La historia del Cine Teatro Cañuelas.

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Por: Telma Martines
Face: Cañuelas Camino al Bicentenario – 1822 2022

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Recién arrancaba el siglo y las calles de tierra rodeaban las casas de aquel pequeño pueblo habitado por criollos, vascos gallegos e italianos. A sesenta kilómetros de la Capital, se vislumbraba su espíritu luchador alimentado por soñadores que parecían saber cuál sería el destino de aquel Cañuelas de polvo y trabajo. Ya las estancias precursoras habían sentado las bases de ese ímpetu emprendedor que no dejaría de traducirse en cada cosa nueva que se hiciera.
El precursor
José Giatti nació en 1884 y a los 23 años llegó a Cañuelas para ejercer su profesión de sastre. Como tantos, vino para “hacerse la América”. Sin embargo, quiso la rueda mágica de la vida que se dedicara a ese novedoso invento que traducía en imágenes móviles las historias más diversas. Así, a fines de la década del ’10 se convirtió en el primer empresario del “biógrafo” y lo comprometió a su amigo José María Rigo para que fuera su socio y se hiciera cargo de la cabina de proyección. Trajo las mejores películas, números musicales, obras de teatro y artistas.
El tren llegaba a Cañuelas desde fines de 1885 y en 1914 se instalaría la primera usina eléctrica, bajo el gobierno de Ezequiel Olaso. Ese mismo año, un 19 de marzo, comenzaría a rodar el “biógrafo”.
Las películas mudas de la incipiente industria cinematográfica deslumbraban a los novatos espectadores.
Oraldo Giatti, el hijo del precursor del cine, nacía un 18 de agosto de 1917 y desde pequeño acompañó a su padre en esa aventura de las imágenes y los números artísticos. Cuando aprendió a ejecutar el violín, junto a hermano que tocaba el piano, cubrían los intervalos con la música en vivo, tan común en esos años. “Mi padre me metió de muy chiquito en el cine, yo iba a barrerle como a tocar el violín porque el cine era mudo”, cuenta.
Don José Giatti filmó imágenes del pueblo que después proyectaba durante las funciones de sábados y domingos. “Siempre mi padre dijo que sería un importante material histórico porque Cañuelas se convertiría en una gran ciudad”, dice Oraldo.
“Un día mi padre le pidió una cámara a Torres Ríos y filmó todo Cañuelas antiguo, había imágenes del hospital, de la Intendencia, la Iglesia. Imagínense lo que era en aquel tiempo verse en la pantalla. Era sublime. Todos empezaban a reírse como locos, había mucha emoción, era hermoso”, recuerda.
La Sociedad Italiana
La sala de cine y teatro de la Sociedad Italiana tiene una historia tan extensa, casi como la de la misma Cañuelas. Hacia 1891 se inauguraba su primer edificio, sito en la calle Del Carmen 466; y en el incipiente siglo veinte sería escenario de una prolifera participación de artistas en el escenario de su sede, como así también de la proyección de películas.
En 1938, con la inauguración de su nuevo edificio de Lara 824, el Cine Teatro Cañuelas terminaría de manifestarse como ese grandioso centro de expresión cultural que lo ubica como una de las mejores salas de la provincia.
Cuenta Oraldo Giatti que su padre fue presidente de la Sociedad Italiana y que vislumbrando el crecimiento del pueblo, entonces, pensó en comprar para la sede el terreno ubicado en Lara, donde años más tarde se construiría el actual Cine Teatro.
El “Cine Viejo”
En el “cine viejo” las funciones comenzaban, por lo general, a las 16 horas y a las 21 y eran anunciadas por bombas de estruendo, que se colocaban en el centro del patio: “Mi padre me mandaba a lo Gervasoni donde vendían las bombas de estruendo y yo iba por la calle con eso, ¡qué inconciente!”.
Las primeras películas que se pasaban en los inicios del “biógrafo” –como se lo llamaba- eran mudas y Rigo debía prender la luz cada quince minutos para cargar nuevamente la proyectora.
Hacia 1927 el cine era un gran éxito y Oraldo merodeaba por todos los rincones del cine y lo ayudaba a Rigo a “darle manija al biógrafo”. Por entonces, para entretener al público tocaban bandas integradas por vecinos de Cañuelas. Oraldo y su hermano acompañaban tocando el piano y el violín.
“En los intervalos tardábamos en prender la luz a propósito; ahí estaban las parejitas de las que nacieron muchos matrimonios, porque era el único lugar de encuentro”, se divierte.
Cañuelas era una ciudad con ansias de progresar y tenía lugar una importante actividad cultural. También varios periódicos habían sido publicados. Hacia fines de los ’30, Carlos Vega funda “El Indice” y un año más tarde aparece “El Censor”. Si bien el país vivía una profunda crisis institucional, con la caída de Yrigoyen bajo el régimen militar, aún se celebraban las fiestas de San Pedro y San Pablo. Estas festividades eran todo un acontecimiento y había una comisión encargada especialmente de organizarla y de fabricar el “Judas” a fuerza de cohetes y petardos. El encargado de juntarlos era el boticario Don Picaza.
Mientras en la sede se presentaban tanto películas como obras de teatro, ya se estaba construyendo el nuevo edificio que funcionaría “a la vuelta”.
José Giatti había sido un entusiasta emprendedor y había observado de cerca la construcción del “nuevo cine”, bajo la dirección del arquitecto que construyó el Teatro Opera.
Sin embargo, fue muy ingrata la sorpresa que los Giatti debieron soportar. Cuando se terminó la construcción, la comisión de la Sociedad Italiana decidió que no sea la familia de los Giatti la que se hiciera cargo de las funciones de la sala, sino una de Buenos Aires, la firma Sánchez y Vepuri. Esta contrató a Fernando Gutiérrez, quien cumplió funciones como administrador a partir de 1938.
Así, con una gran amargura, José Giatti abandonó el cine de la Sociedad Italiana en el ’37 y se mudó al Prado Español, junto a los hermanos Camogli.
La picardía
Oraldo, que por entonces tenía unos veinte años estaba muy apesadumbrado, pues la competencia con una empresa capitalina los iba a dejar sin nada. Tras pensar unos días, tuvo una idea brillante que consultó con Enrique Padró, el dueño del almacén ubicado en 25 de Mayo y Libertad.
Durante tres meses brindarían funciones gratuitas en el Prado Español y le propuso a los comerciantes de entonces que auspiciaran el programa con el anuncio de las películas. A cambio, él les daría entradas gratis para que cada comerciante se las entregase a sus clientes. De esta manera, comenzaron a asegurarse un público fiel que prefería el Prado Español y no el nuevo Cine Teatro recién estrenado.
Oraldo recuerda el cine al aire libre en el Prado Español como una aventura: “La pantalla estaba ubicada al revés de la calle y uno tenía que sentarse del lado de adentro para ver. Se inauguró con la película Drácula”. Había bancos de madera, así nomás, y se servían bebidas”.
El “Cine nuevo” – 1938
El 17 de abril de 1938 se brindó la primera función en el “Cine Nuevo”, ubicado en la calle Lara. Cuenta Don Oraldo que con su “estrategia” logró robar público al cine de la Sociedad Italiana.
“Un día paso por ahí, me para Gutiérrez y me dice: ‘Hasta cuándo van a seguir dando cine gratis’; y yo le respondí: ‘hasta que vea cerrado el suyo’”, narra quien por los años treinta supiera ser un joven astuto.
Ante esta postura, parece que Gutiérrez aflojó e invitó a los Giatti a charlar para llegar a un acuerdo.
Fue así como se formó la sociedad entre Fernando Gutiérrez y José Giatti, que se haría cargo del cine de la calle Lara, tras el retiro de la empresa capitalina.
A partir de entonces, Oraldo también comenzó a participar y se encargó de las contrataciones de los artistas y de conseguir las películas más taquilleras del cine, a lo largo de casi cuarenta años.
“Un día –relata- me encuentro con Fidel Pintos y me dice: ‘Che!, cuándo puedo ir a Cañuelas que necesito unos mangos’; y lo contraté para una fecha. Vino temprano a comer un asado, después se subió al escenario y empezó a improvisar con sus chistes”.
Pasaron por la sala personajes de fama como Narciso Ibáñez Menta, Gardel, Rasano, Libertad Lamarque, Azucena Maizani, Pepe Iglesias, Ada Falcón, Tita Merello, Roberto Firpo, Luis Sandrini, Alfredo Barbieri, y muchos más.
La T.V.
La televisión fue el principal competidor del cine. La gente poco a poco fue abandonando esa costumbre de ir al cine y las funciones cada vez tenían menos espectadores.
Paradójicamente, fue el mismo Oraldo quien trajo los televisores Phillips que, junto a los “Cañuelita” fabricados por Logia, serían los primeros aparatos que se instalarían en las familias más pudientes.
Uno de los primeros televisores “públicos” se colocó en el bar ubicado al lado del Cine sobre la calle Lara. Había otro –propiedad de la familia Massara- en el “restaurante de lujo” la “Garza Mora”; allí los televidentes se reunían en un pequeño reservado para ver los partidos y algún programa.
El fin y el comienzo
“Yo le decía a mi padre ‘esto termina con nosotros’, y él me respondía: ‘estás loco’. Y así fue. Los que tenían cines grandes empezaron a venderlos y yo veía que la gente se quedaba en la casa. Cuando llegaban del trabajo se ponían a comer, a cenar, a tomar mate y veían televisión, sin necesidad de ir al cine”, se aflige Oraldo.
Cuando la televisión comenzó a popularizarse, el cine empezó a decaer, no pudo sostenerlo más y a mediados de los ochenta decidió abandonarlo. También cambiaron las costumbres y no era el cine ese lugar de encuentro y de distracción que supo animar las salidas de las generaciones de tantos cañuelenses.
En 1991 se cerraron las puertas del Cine Teatro con el fin de restaurarlo, pues la construcción estaba muy deteriorada. En 1995 se reinauguró con la presentación de la “Banda Sinfónica de Ciegos”.
Pese a que en el cine teatro no se brindaron más películas, salvo en un breve período, siguió teniendo una importante actividad artística y se siguió recordando ese pasado rico ligado a la proyección cinematográfica.
En homenaje a Don Oraldo, que tanto hizo por su querido Cine Teatro, en 1999 se colocó su nombre a la sala de entrada.
Fotos edificio: La Vieja Herrería
Folletos: Telma Martines