El juego del calamar: ciegos, sordos, y mudos.

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La película coreana Parasite, del director Bong-Joon-Jo y ganadora del Oscar a mejor película extranjera en el 2020, como así también la actual serie El juego del calamar, éxito mundial de Nexflix (2025) y dirigida por Hwang Dong-hyuk, ponen de manifiesto una sociedad desigual, dividida, asfixiante, donde el “otro” es un competidor, un distinto y por consecuencia, un enemigo. Una muñeca gigante que dispara a quema ropa a todo lo que se mueve y el juego del miedo es a vida o muerte; una familia que vive de incognito, de las migas como parásitos, en una mansión que a su vez puede ser entendida como un micro cosmos social, son el fiel reflejo, o podríamos decir, para tomar cierta distancia, son una mirada cinematográfica del sistema en cual vivimos.

Por Martín Aleandro.

La solidaridad hoy en día es un valor cuestionable, o al menos, quizá, lo podríamos poner en duda. Hoy en día miramos de soslayo a familias enteras en situación de calle, despidos masivos, médicos en pie de lucha para mantener erguida a la Salud Pública, docentes y estudiantes en marchas para visibilizar el bajísimo presupuesto en Educación, jubilados apaleados todos los miércoles por reclamar una jubilación que supere la primer semana del mes. No hace falta señalar que el Hospital Garraham  o las Universidades públicas en Argentina tienen reconocimiento a nivel mundial, tampoco hace falta remarcar que los jubilados laburaron toda su vida, y que las fábricas no cierran por decisión propia sino que están ligadas a lo que los “expertos” llaman: macro economía, libre mercado, etc.

El sociólogo Daniel Feierstein plantea que los comportamientos sociales son contagiosos, no somos los mismos en distintos periodos o en distintas situaciones, estamos muy influidos por lo que se va armando socialmente. La experiencia fascista del siglo XX en Europa nos deja pensar en que su gran mérito fue lograr que emerja lo peor del ser humano, nuestra peor versión: el odio, la envidia, el resentimiento a flor de piel. No debemos olvidar que en aquel contexto la mayoría, una gran masa social apoyaba a Franco, o a Hitler, o a Mussolini, obviamente pese a reducidos grupos que luchaban en contra. Siguiendo este análisis aquí en América sucedió lo mismo, sin ir más lejos, y hoy en día se puede entender este brote fascista, y transpolar, como un ida y vuelta, a la Europa actual.   

Para pensar y respondernos esas preguntas retóricas que brotan de la cabeza de miles: ¿Qué está pasando en el mundo? ¿Cómo la sociedad vuelve a repetir, o reelaborar, fórmulas de Derecha que parecían haberse superado? La respuesta está en que no podemos dejar de mirar y entender que el fascino es un conjunto de prácticas sociales. No le podemos echar la culpa a los gobiernos, porque el proceso es previo a los gobiernos. No podemos llegar a la conclusión que Milei vino a imponer un régimen autoritario, sino que supo leer el contexto y liderar el movimiento que estaba surgiendo. Como candidato se movilizó a través del odio al otro y la mentira, como panelista disruptivo e insultador se posicionó a la derecha de la derecha, y como presidente elegido por el pueblo ejerce el poder y el uso de la lapicera a gusto y placer del sector social que él representa.

Feierstein propone pensar que el clima social es una forma de entender al fascismo, porque los regímenes son dictaduras, o democracias, o sistemas híbridos, son diferentes, explica el sociólogo, el fascismo es un conjunto de prácticas sociales que está creciendo en nuestra sociedad, más que un régimen impuesto. La emergencia de prácticas fascistas está generando y permitiendo que surja lo peor de nosotros y la solidaridad sea un valor en desuso. En palabras propias y poniendo mayor claridad en el tema dice que: “La construcción del enemigo inmigrante limítrofe en tanto “invasor” o “ladrón de derechos” (…) la disputa con la “Ideología de género”, estigmatización del adversario político: la kukaracha kirchnerista, el anarco-trosco-kirchnerismo, el “comunismo” del candidato peronista a la gobernación bonaerense Axel Kicillof y su origen judío…”son parte de un discurso ideológico que comenzaba a instalarse. Todas estas formas de pensar al “otro” fueron surgiendo, por un lado, del discurso político a partir del 2015, y por otro, desde la misma sociedad que desprecia al débil como si no fueran parte de un mismo “todo”.

Podríamos establecer cuatro factores o fenómenos sociales determinantes para pensar este brutal giro a la derecha que se vive en nuestro país, como así también, y salvando las diferencias, en otras partes del mundo. En primer lugar, el asesinato de Santiago Maldonado en agosto del 2017 es un punto de inflexión plantea Daniel Feierstein, en un momento “todos” éramos Maldonado, los docentes pasaban lista y lo nombraban, se reservaban mesas en bares a su nombre, etc. Mientras que desde el aparato del Estado la ministra de seguridad Patricia Bullrich mantenía un discurso xenófobo y especulaba acerca de la existencia de la RAM, grupo armado de origen mapuche, y que Santiago se había fugado a Chile. Luego dejamos de hablar del tema y dimos vuelta la página sin comprender que se estaba abandonando la lucha contra la desigualdad. Apareció el “0800 delate a su docente”, o, “con nuestro hijos no” como contra parte al gesto comprometido y solidario. Se instaló una lucha de clases virada a la derecha y seguimos adelante con esa novedad, porque nunca antes hubo gran participación popular en este sentido. Hoy se habla de “argentinos de bien” y argentinos de mal”, todas estas prácticas discursivas muy utilizadas en la dictadura se volvieron a imponer y a calar hondo en nuestra sociedad, comenzaron a alimentar al “enano fascista” que llevamos dentro.

En segundo lugar el fenómeno mundial que fue la pandemia y todo el sufrimiento de ese proceso. Vimos pasar frente a nuestras caras a 130.000 muertos, un número nunca visto antes. Vecinos, familiares, amigos se fueron sin despedida y a puro llanto. Un estudio publicado en The Lancet puso a la luz que hubo en el mundo 53 millones de casos de depresión y angustia más que antes de que el Covid-19 irrumpiera, y los más afectados fueron los jóvenes. La pandemia es un acelerador por el motivo de generar mucho sufrimiento social no elaborado ni sublimado de ninguna manera. No hubo duelo colectivo, y esa lógica de profunda negación terminó emergiendo por otro lado transformado en odio, discriminación e intolerancia por el más débil. Es aquí donde tiene lugar un personaje mediático quemando barbijos en la Plaza de mayo, y, de alguna manera acelera y conduce  la instalación del discurso de derecha.

La franja juvenil masculina de entre 18 y 35 años, heterosexual, católica y “despolitizada” quedó fuera de la “marea verde” que luchaba por sus derechos, pero, desde el punto de vista del sociólogo argentino, con una mirada feminista que veía en ese sujeto social, quizá, un potencial enemigo. Y acá tendríamos una tercera instancia, metieron en una misma bolsa al patriarcado y al machismo, que aunque son dos modalidades de opresión, no son exactamente lo mismo. Estos sectores excluidos y excluyentes no bregaron por una sociedad más equitativa, sino que terminaron en natural oposición en busca de un país que los contemple. Esta dificultad de interpelación, y como dice la periodista Julia Mengolini, en la lógica de marcar la disputa por la opresión de género se entendió que era una lucha de las mujeres donde los jóvenes no tenían lugar. Esta mirada eminentemente femenina y compleja (porque el movimiento feminista es mucho más vasto y requiere otro análisis), de algún modo no tuvo contemplación sobre este sector social.

En cuarto lugar, obviamente que las elecciones no se perdieron por culpa de la ideología de género. Los problemas económicos y el desgaste del modelo fueron realmente un factor determinante, no obstante no explica la falta de empatía, o la pérdida de solidaridad que estamos viviendo. El planteo de la necesidad de un cambio radical fue creciendo de abajo hacia arriba y no lo estábamos viendo. Agustín Laje llenaba conferencias e interpelaba a los jóvenes, mayormente masculinos, que son su actual núcleo duro, desde el 2015. Hubo una construcción, dice Feierstein, un planificación de implantar un modelo exclusivo avalado por gran parte de nuestra sociedad. Se instalaron discusiones y se generó tal resentimiento por el “otro” que hoy gran parte de las medidas tomadas por el actual gobierno responden a alimentar ese rencor y son recibidas con halagos y exclamaciones. Se instaló un sentido y ahora solo hay que responder a esa lógica. En ese nivel de análisis perdimos la batalla por el sentido común y es lo que hay que recuperar.

A modo de cierre, en este breve texto de opinión tratamos de quitar el velo, de responder esas preguntas que son tan frecuentes sobre el carácter poco empático y solidario de nuestra sociedad hoy en día, como así también entender el proceso histórico que nos toca vivir. El fascino es un conjunto de prácticas sociales que se instala a través del discurso, y se profundiza ideológicamente en momentos determinados. El sufrimiento y la incertidumbre que trajo la pandemia, las luchas sociales y la búsqueda de reconocimiento, el desgaste de un modelo que no supo dar respuestas a la demanda de la sociedad, fueron, en cierto modo, o al menos dese este punto de vista, factores que permitieron el surgimiento de un líder que representa al sector más cruel de nuestra sociedad. Se ha perdido el “sentido común” y recién ahora nos estamos despertando. Se construyó en sentido contrario al nuestro, y con el tiempo concluyó en una victoria electoral que permite que emerja lo peor de nosotros.

 

Bibliografía y fuentes utilizadas para la construcción del texto: Feierstein, D. (2020) La Construcción del enano fascista: los usos del odio como estrategia política en Argentina, Ed. Capital intelectual; Revista Viva. (5/1/2025) Ed. La Nación Diario; WWW Youtube. Daniel Feierstein con Eduardo Aliverti, poscat del 19 de junio de 2025.