Fútbol: de barro somos

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Historias Mínimas: Por Martín Aleandro

 Si hay algo que está grabado a fuego en el gen cañuelense es el potrero, lugar donde se dirimen las discusiones futboleras: la Coca cola pasa a ser la Copa del Mundo. El que pierde paga y el ganador festeja besando la botella en alto y comparte. En ese “todos contra todos” el deporte hace gala de su labor social. No hay equipo que gana en realidad, la fiesta es el encuentro y el fútbol. Todavía, y a diferencia de otras ciudades más al norte, quedan terrenos baldíos que con dos arcos de madera se convierten en un Monumental Estadio de fútbol. Los sábados o domingos por la tarde se juega. El “Pan y Queso” (forma de sorteo y elección de jugadores muchas veces poco democrática), arma los equipos. El más “pata dura” al arco y los demás todos arriba de pescadores. Los habilidosos mueven el balón por la cancha y patean al área, los pescadores se encargan de hacerla entrar: ¡¡Gol!!… Todos a los gritos se abrazan en ese momento de gloria inigualable, aquí se funden amistades que durarán el resto de la vida. El otro equipo se apura a buscar la pelota a la vereda de en frente y la pone en el centro de la cancha. Otra vez fútbol.

De un potrero de barrio popular salió Dios: Maradona. Ninguna religión vaticinó que, de Villa Fiorito, y de la tierra al cielo, se elevaría a la inmortalidad el Dios del balompié. Acá en Cañuelas Carlitos Chiappe también surge del barro del potrero a jugar en grandes equipos y a disputar la Copa Libertadores en el Maracaná. A los 14 años la descocía en el equipo de La Martona, pero su cintura y sus piernas se hicieron en las canchitas de barro. Esa experiencia marca a fuego la personalidad de los jugadores. En el barrio se juega con el corazón, se defiende la parada, se aprende a meter el cuerpo y a jugar hasta que la tarde se haga noche. A principios de los años setenta, su padre Juan Alberto “tito” Chiappe lo llevó a probar a Quilmes que lo recibió con los brazos abiertos. Luego vendría Platense, Estudiantes de Mérida (Venezuela), Atlético Tembetary (Paraguay), y hasta 1982 jugó en el Deportivo Cali (Colombia). Ídolo latinoamericano que nunca olvidó el potrero. Hoy en día dice que: “Otro logro fue haber podido jugar, ya con sesenta años, junto a mi hijo Nacho…”. Esta declaración realizada para el Diario El Ciudadano hace un tiempo atrás, deja a plena luz que cuando se sale del barro la humildad no se pierde.

En el Barrio San José se traspiraba la camiseta. En los años ochenta los partidos de los sábados se ponían picantes, nos cuenta el vecino Luis Delgado. Cuando el potrero estaba muy embarrado jugaban en la canchita de cemento de la escuela Industrial, en la esquina de Basabilbaso y Juárez. La concentración era en el bar que aún hoy está frente a la escuela: el Bar de Cacho. En ese tiempo iba “Barril”, un hombre grande, panzón y habitué del lugar, amigo de todos y de las copas también. Esa tarde se estaban armando los equipos ahí mismo mientras tomaban una gaseosa. Barril les dice: “yo les hago de referí”. Los partidos de potrero carecían de árbitro, las reglas las sabían todos y se cobraba a puro grito y “consenso” general. Que haya un mediador era una buena oportunidad. Salieron para la canchita y Barril les dice que se adelanten que iba a pedirle a Cacho (al bar) un silbato. Venía sería la cosa.

Comenzó el partido de sábado, pero Barril cobraba para “la” miércoles. No sabía un pingo de fútbol. El encuentro se puso trabado y peleado. El gordo Banegas se empezó a calentar con el referí, el “Paisano” Villalba, el “Chivo” Bonetti, el “Negro” Báez y los demás jugadores de la barra de San José se quedaron mirando reprobando a Barril. Terminaron gritándole y echándolo de la cancha. Le sacaron la roja. El gordo Barril se fue para la casa tristón cabeza gacha, parecía que lloraba. Al rato, cuando terminó el partido, y como siempre, volvieron al bar de Cacho a refrescarse. Se encontraron con una mesa larga toda servida con gaseosas y sándwiches. Todo pago por Barril. A casi 40 años de aquella tarde Luis Delgado lo cuenta con nostalgia: “Era un genio, un buen tipo. Que Dios lo tenga en la gloria”.