La Guerra de Malvinas en primera persona.

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Cultura y Sociedad / Entrevista a Eduardo Gallardo

Eduardo Alberto Gallardo, vecino de Cañuelas, suboficial de la Armada Argentina retirado y Veterano de Malvinas nos contó sus vivencias de la guerra. Brindó su testimonio en el programa radial “La cultura es la sonrisa”, espacio del Taller de Periodismo del Instituto Cultural Cañuelas que se emitió desde los Estudios de Radio la Campesina, FM 90.1, en la localidad de Levene en abril del 2021.

Por Martín Aleandro y Claudio Rodríguez

LA IDA

“En noviembre de 1981 salimos del Puerto de Buenos Aires rumbo a la Antártida Argentina en el transporte polar ARA “Bahía Paraíso”, es un barco similar al Almirante Irizar, con la diferencia de que uno es rompehielos y el otro un transporte de víveres, combustible y herramientas. Ambos se complementaban para poder hacer los viajes a la Antártida y trabajar allá, en el lugar. Estuve un año en la Base Orcadas (N. de la R. ubicada en la isla Laurie), que es la base más antigua del continente antártico, el 22 de febrero cumplió 117 años y nunca se abandonó.Esa es una carta importantísima que tiene la Argentina para hacer su reivindicación territorial”.

Eduardo relata que desde el punto de vista militar salieron“medianamente preparados, sabíamos desde el inicio que en algún momento pasaríamos por las Islas Georgias del Sur, no sabíamos a qué, pero sabíamos que teníamos que ir, probablemente a hacer un destacamento. Estábamos en aguas australes cuando los sindicatos protestaron en Plaza de Mayo el 30 de Marzo de 1982. El gobierno de facto estaba en picada”.

“Nunca se habló dentro de la Fuerza de que íbamos a una guerra, pero en los años 79 y 80 se habían realizado estudios sobre la zona de conflicto. El ARA“Cabo San Antonio” (N. de la R.  buque de desembarco de tanques), había realizado prácticas de desembarco con buzos tácticos en la zona”.

“El 16 de marzo del 82llegó la orden al “Bahía Paraíso” que debía partir de la Antártida para llegar lo antes posible a las Georgias, porque ya se había desatado un conflicto entre los trabajadores argentinos que fueron a desarmar una factoría ballenera en Puerto Leith (N. de la R. Estación ballenera ubicada en la isla San Pedro) y los miembros de la dotación militar británica que se encontraba en las Georgias. Pasó que los trabajadores argentinos izaron la Celeste y Blanca y eso enfureció a los ingleses, a tal punto, que llegaron a las manos. Todo era parte de un plan, una estrategia para tomar la isla y de allí se avanzaría hacía Malvinas. Se sabía positivamente que ahí había 23 militares ingleses y 22 civiles, no me acuerdo exactamente la cifra, pero ese era el plan. Creo que todo el incidente hizo sospechar a los ingleses, porque rápidamente iniciaron una contraofensiva.”

EL COMBATE POR GRYTVIKEN

El veterano continúa con su relato: “Nosotros permanecíamos a bordo del “Bahía Paraíso”. Esperábamos que llegue una corbeta ligera, que era la ARA “Guerrico”, que por las condiciones climáticas no pudo llegar a tiempo. Entró finalmente a Puerto Leith cerca de las 5 de la mañana del 2 de abril. Nosotros ya estábamos fondeados en la bahía esperando que ellos lleguen. En esa corbeta venía un grupo de militares con una dotación de 30 soldados navales argentinos armados. Llegaron en muy mal estado debido a las condiciones climáticas. Por esa razón no se desembarcó ese día, como se pensaba, se planificó todo para la madrugada siguiente. (…) A la mañana siguiente (N. de la R. 3 de Abril de 1982) desembarcamos en Grytviken, que es la parte más habitada de las Islas Geogias, allí hay un pueblito con diez casitas y una Plaza de Armas, como la llaman ellos. En Grytviken estaban instalados los militares ingleses y los civiles. Nos estaban esperando, ni bien avistaron nuestra embarcación comenzó el bombardeo tierra-agua, el intercambio de artillería duró desde las 6 de la mañana hasta las 9 aproximadamente. Cuando el fuego cesó, comenzó el desembarco por medio de un helicóptero. También comenzó el fuego inglés sobre el helicóptero, que provocó bajas entre nuestra gente. No pensábamos que 23 ingleses podían hacer tanta fuerza. Sin embargo tipo seis de la tarde ellos se rinden y los tomamos prisioneros. Fueron cargados en el “Bahía Paraíso”, pero en los camarotes, no en la bodega de carga, porque teníamos órdenes precisas de no maltratar a los ingleses y los llevamos al continente. Días más tarde fueron transportados a su país”.

“El combate por Grytviken grabó la primera imagen desgarradora que tengo de esta guerra, cuando salió un helicóptero Puma desde la popa de nuestra embarcación con veinte soldados y tres tripulantes de la aeronave con destino a la Plaza de Armas, cuando está por aterrizar, bajó un saldado nuestro con la bandera celeste y blanca, corrió hacia el mástil para bajar la bandera inglesa y subir la argentina, momento en que le dispararon desde una ventana de una de las casitas cercanas y le pegan un tiro en la frente. Cayó nuestro soldado de rodillas abrazado a la bandera. El helicóptero comenzó a alejarse del lugar y el enemigo lo tiroteó, especialmente la base del helicóptero. Disparaban con fusiles tipo fal, los proyectiles penetraron la estructura hiriendo a nuestros hombres en las piernas y caderas, ya que estaban sentados en el piso de la aeronave. El helicóptero quedó averiado, y se prendió fuego en el aire, el piloto logró sacarlo del lugar y lo aterrizóen un glaciar cercano, si lo traía al barco se nos prendía fuego todo. Por suerte en el glaciar no explotó y los muchachos sanos salieron del helicóptero y comenzaron a ayudar a los heridos de balas y quemaduras arrastrándolos por el hielo. Los ingleses comenzaron a venir al lugar en una especie de cuatriciclos, del caserío al glaciar habría unos cuatro o cinco kilómetros. Recuerdo ver puntos oscuros y escuchar el ruido de los motores que venían por los senderos. (…) A mí me dieron la orden de acercarme lo más posible a la costa y traer a la gente que había quedado ahí. Cuando llego a la playa ya estaban todos esperando, bajo la rampa de la lancha y en 3 o 4 minutos ya estaban todos a bordo. Fueron minutos eternos, porque recuerdo escuchar los motores de las motos inglesas muy cerca, yo no los veía, pero el ruido se amplificaba en las paredes del glaciar. Una vez que estuvimos listos comencé a navegar hacia el barco, recuerdo salir a toda máquina con la lancha, que de por sí son vehículos de carga, son lentos y pesados. En ese instante las balas inglesas pasaron muy cerca de nosotros, hacían “patito” en el agua alrededor de la lancha. Llegamos al barco y el grupo de médicos (un médico y un enfermero) nos recibió y atendió inmediatamente. Entre todos les sacabanla ropa y buscaban las heridas, yo me encargaba de conducir la lancha. Cuando logré amárrame al barco inmediatamente salimos de la bahía, no a mar abierto, porque era innavegable ese lugar, salimos y nos escondimos dentro de la misma bahía. Esa fue mi primera experiencia en la costa, por demás desgarradora, porque vi caer a mis compañeros y a presenciar cómo les curaban las heridas de fusil”.

LA VUELTA

Eduardo concluye: “Las guerras no se ganan, las guerras son todas para perder. Pero no sé si ellos ganaron la guerra, estuvimos muy parejos, la situación ya no daba para nadie: nosotros al final ya no teníamos más ni un suspiro y ellos tampoco. Aquí jugó la ayuda estadounidense y chilena para los ingleses. EEUU les manejó la parte geográfica por satélite, y Chile todo lo terrestre, les avisaban de nuestros movimientos en el continente. Chile se encargó de informales sobre todos los aviones que salían de Río Grande, de Puerto Deseado y de Ushuaia hacia la zona de conflicto. El broche de oro del final de la guerra fue cuando se anuncia la llegada del Papa Juan Pablo II a la Argentina. Cuando yo llegué a Buenos Aires y me puse a leer los Medios me agarraba la cabeza, decía: esto es toda mentira. Las tapas de la Revista Gente, Siete Días, el Diario Clarín y La Nación era toda mentira eso. Estando todavía en el sur, cuando se anunció la llegada del Papa al país, pensé que era positivo: espiritual, desde lo católico… estaba todo bien. Pero después comencé a notar que en las Islas los ingleses avanzaban más y más, y nosotros se lo permitíamos. Antes nunca dejamos que nos tomen el terreno que teníamos ganado. Pero nuestros comandantes comenzaron a decir que ya no se podía hacer nada. Todo esto pasó después del anuncio de la llegada del Papa a la Argentina. Hasta el día anterior les tirábamos hasta con los zapatos, después del anuncio de que el Papa venía de Inglaterra a la Argentina a traer la paz recibimos órdenes de bajar los brazos, el final de la guerra se dio así”.

“La vuelta fue la guerra más dura. Este es un tema muy difícil, ya entra a jugar la política. Lo que yo pude ver estando dentro de la Fuerza es que se vino un plan de desmalvinización: olvídense de todo. Hubo negociado de los gobiernos, había que desarmar la Fuerzas Armadas, tenía que desaparecer: de Malvinas no se podía hablar más. Recién lo veteranos, y reconozco el esfuerzo que han hecho los soldados y los conscriptos de salir a golpear puerta por puerta. Todos los beneficios que hoy hay para con los veteranos de Malvinas es por la organización y lucha política de nuestros soldados que se movieron buscando leyes. El primer presidente que nos escuchó fue Menem y nos dio una puntita que correspondía por la Cruz Roja internacional. Como este país no tiene experiencia de excombatientes, los primeros indemnizados que hubo, fueron indemnizados como por un accidente en una fábrica, un accidente de trabajo. Eso no corresponde, había que hacer leyes nuevas, nosotros veníamos de la guerra. Acá se hizo todo a base de golpear puertas y buscar, y aunque parezca mentira, nos dio una mano Inglaterra y Francia, porque ellos sí tenían leyes para los excombatientes, los británicos y franceses tenían más experiencia por la Primera y Segunda Guerra mundial. El gobierno que hizo mucho por nosotros fue el de Néstor Kirchnner, él hizo mucho por nosotros los veteranos porque reconoció lo poco o mezquino que había sido Carlos Menem. Ahí se acomodó todo: las pensiones se fueron al triple y la asistencia médica y psicológica también se mejoraron”.

“Yo no me considero un excombatiente, me considero un veterano de guerra, porque de algún modo seguimos peleando por las Malvinas, por nuestros derechos y el reconocimiento por lo que dimos.”