Una mujer llamada Evita.

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Por Lic. Raúl E. Valobra.

Cuántos discursos en nombre de Ella, cuántas palabras vuelan por el aire en su memoria, cuánta evocación de su figura se desata en cada acto, en las redes, donde sea que un Peronista pueda homenajear a la más grande de nuestras mujeres: EVITA.

Pero es necesario destacar algo, Evita no construyó su grandeza sobre la tibieza de la conveniencia, sobre la comodidad de lo correcto, Evita fue más allá de todo y estableció nuevos límites, fijó nuevos horizontes y en ese derrotero lo primero que señaló fue quienes eran nuestros aliados y quienes eran los enemigos y con ellos no negoció ni tranzó, los combatió.

¿Ganó? ¿perdió? La historia da su veredicto, donde están los tenues dirigentes sin agallas, donde quedaron sus nombres, arrasados por el olvido y el óxido que el miedo tiende sobre los cobardes, ella en cambio aún sigue siendo bandera y proclama, embebida en esa sustancia inmortal que solo recubre a quienes tienen la grandeza de morir por sus ideales.

Por eso, entre propios y extraños, es necesario decir que no alcanza saberse peronista para creerse heredero de Evita, a ella solo la heredan quienes sientan en su interior el fuego de la lucha y lo trasladen a cada batalla contra las injusticias, contra todo lo estatuido en un sistema que profundiza las asimetrías y condena la pobreza de forma irreversible.

Es bueno recordarla, es menester detenernos sobre su memoria pero es fundamental entender que no todo dicho y actuado en su nombre por cada uno de nosotros puede dar lo mismo, tener sentido y significancia transitando al costado de los hitos que la sostienen: Fuego, Coraje, Entrega, Lealtad, Lucha, lo dio todo en su camino y no se guardó nada.

Y sobre todo, no temió al luchar contra los poderosos que querían perpetuar sus injusticias en una patria que aún olía a colonia en la que gozaban de rancios privilegios a costa del sufrimiento de los desclasados; y entonces llegó ella y ya nada volvió a ser lo mismo desde entonces, solo por eso la historia la puso en sus páginas más gloriosa.

Evita es del Pueblo y por ese Pueblo tuvo gestos, resignaciones y renunciamientos, que su memoria no sea parte de esta subasta en la que la realidad intenta invocar su nombre para adjetivar a otras y otros, degradando un legado que a muchas y muchos les queda demasiado grande.