Dos padres que valen por cien maestros

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Marcelo Mastronardi y José Barnes, a la cabeza de una escuela barrial de kickboxing y boxeo en el barrio Primero de Mayo, comparten la experiencia de enseñar deporte y valores a los chicos del barrio.

En la esquina de 20 de junio y Nazca se encuentra la escuela barrial de kickboxing y boxeo del barrio Primero de Mayo abierta a todas las edades y con cuota voluntaria, llevada cabo por Marcelo Mastronardi y José Barnes, dos hombres propulsados por el amor a sus hijos que se desempeña en el boxeo. Sus caminos se cruzaron cuando Mastronardi ideó el gimnasio tanto como una escuela barrial de artes marciales, así como un trabajo social para ayudar a los chicos del barrio, y buscó a Barnes para proponerle ser profesor de los chicos.

Marcelo explicó que la iniciativa surge de su necesidad de sentirse más cercano a su hijo Tomás, quien se desempeña como profesional en el deporte en México, con ya 7 peleas bajo su cinturón. Por su parte, José comparte la pasión por el boxeo con su hijo Matías, quien entrena con el boxeador profesional Brian Castaño; además, recientemente, el profesor de la escuela barrial ganó un torneo de kickboxing en Misiones.

¿Cómo surgió la idea de la escuela?

Marcelo: Viene así, mi hijo hace unos tres años que está en México boxeando, y sentí que necesitaba tener un espacio que me conecte con él, aunque yo sea más del fútbol, y así surgió el gimnasio. Lo primero que hice fue verlo a José, porque sabía que estaba en las artes marciales. Le conté que íbamos a armar un saloncito para hacer un trabajo social y me dijo que le re interesaba, así que lo pusimos en marcha. Llevo un tiempo, nos dieron una mano amigos y también gente del municipio. Acá al trabajo lo hace él.

¿Por qué surgió la necesidad de hacer algo para sentirte cerca de tu hijo?

Marcelo: Te voy a hablar de corazón. Estoy muy feliz de haber sido el primero que lo apoyo. Yo siempre le dije, “si vos tenes cinco alas de cada lado, yo te voy a poner cinco más, volá lejos, volá alto”. Pero es un dolor el no tenerlo presente, aunque pueda viajar para visitarlo; encima, fue papá y tengo mi nieto que tiene cinco meses, y todavía no lo conozco personalmente. Esta es una forma de vincularme con él a la distancia, y encuentro un poquito de mi hijo en todos los chicos que vienen a entrenar. De hecho, mi hija de siete años, Jazmín, viene a entrenar acá. Tomás está muy contento con lo que estamos haciendo. Es muy lindo el sueño de él, pero se lo extraña demasiado.

José, ¿por qué quisiste enseñar acá?

José: Bueno, a mí me gustan mucho las artes marciales y el boxeo. Es más, mi hijo entrena con los Castaño, y estamos involucrados en el tema, así que nos da una mano Marcelo para entrenar acá. Me gusta llegar a los pibes, a ver si lo podemos sacar adelante.

Marcelo: José da el perfil perfecto para el lugar, porque es responsable con los horarios, tiene una buena manera de ser profesor con los chicos porque los corrige, los educa y les pone límites, y además tiene la palabra exacta y la forma correcta de hacerlo.

¿Están entrenando chicos que buscan formarse en el ámbito?

Marcelo:  Sí, ¿por qué no pensar en grande? Yo tengo un hijo que es profesional y José tiene un hijo que está en el equipo de Brian Castaño. Tenemos aspiraciones de poder llegar a tener chicos que hagan peleas amateur y profesional, esa es la intención.

José: Yo también tengo un par de peleas de boxeo y de kickboxing, y tengo en claro lo que estoy haciendo. Cuando enseñaba en la Sociedad de Fomento, he llevado pibes a competir.

Marcelo: En algún momento nos gustaría poder comprar un ring para poder llegar a otro nivel, y que los chicos puedan hacer sparring en un ring para que empiecen a acostumbrarse.

José: De hecho, estuve llevando a uno de los chicos a hacer peleas, y cuatro a exhibiciones, porque recién arrancan y hay que ir paso a paso, muy tranqui.

¿Qué significa para ustedes estar haciendo un trabajo social con los chicos del barrio?

Marcelo: Para nosotros es una satisfacción. Este lugar era de mi abuela, vengo de los 8 años y hoy tengo 50, así que hay un sentimiento de pertenencia en el barrio y creo que para José también al ser de acá, si bien tiene 11 años menos que yo. Lo hacemos porque todos los chicos que conocemos son hijos de amigos, conocidos y vecinos, y nos pareció que sería lindo que vengan a entrenar y se involucren entre ellos. Muchos están en una edad en la que es importante estar ahí para evitar que tomen malos caminos, como quizás le pasó a uno, y que de paso aprendan un deporte que está bueno. Eso es lo que hace José: disciplina, conducta, y entrenamiento con afecto. Si los chicos se sienten cómodos, eso no tiene precio, y de eso se trata.

¿Se nota ya un cambio en los chicos, a pesar del poco tiempo que pasó desde la inauguración?

Marcelo: Hay unidad. Además de venir a entrenar, comemos juntos, se comparte mate… hay un par de cositas más que están buenas y se ven reflejadas en ellos. A la hora de acomodar, todos ayudan, y me acuerdo que cuando hicimos la despedida de año, y todos se pusieron a colaborar moviendo sillas, por ejemplo. Es un lindo grupo el que se está armando y está bueno, porque qué mejor que estar haciendo esto acá en el barrio. Nos gusta darles a los chicos un lugar que puedan sentir como su casa. Aparte, capaz que hay padres que en la casa le cuesta poner un límite, y acá lo encuentran. Además, para mí lo que tiene de lindo esto es salir de acá y encontrarme con chicos en la calle que me dicen “¡chau Marcelo!”, que los chicos te saluden con afecto, con cariño y con respeto.

Por Camila Corrales