Los Inolvidables Potreros de Cañuelas.

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(A la memoria de todos los jugadores de potrero)

Lic. Raúl E. Valobra

Cuesta entender cómo de a poco fuimos cediendo al despojo de ciertos territorios sagrados, esos que significaban tanto para nosotros cuando pibes, parte de nuestros rituales imborrables, cuna de esos afectos y recuerdos que venimos cargando durante décadas, con la misma intensidad de aquellos días, en los que los días eran divididos entre las poquitas obligaciones: escuela, catecismo, mandados, deberes y la canchita de fútbol, ese potrero venerable que nos invocaba y con sus brazos abiertos nos reclamaba para que allí estemos horas y horas corriendo como locos detrás de una pelota, vieja y descosida, que era nuestro mayor tesoro.

¿Dónde están estos potreros? ¿Cómo fue posible que permitiésemos con total pasividad que nos robaran todas las canchitas de fútbol en las que crecimos y vivimos momentos épicos llenos de gloria? Uno podía salir de su barrio, yo, por ejemplo, del Primero de Mayo, salíamos con Carlos, mi hermano -el mejor jugador que he visto en estas canchitas y que ya no está entre nosotros-, y Edgar, mi primo, teníamos en aquel entonces a una cuadra media, la cancha de “los Allende”, frente mismo a la casa de Pelé, al que se sumaba el enano, Julio, San Lorenzo y Newbery, donde se acercaban los Graciarena (Desiderio, Fangio o Lorenzo), Luis Estuer, Don Galván y los Fucillo (El Corcho, José o Marcelo, que partió de este mundo).

Al otro lado de la calle Newbery se erigió después la cancha “los Nuss”, con un arco dando espaldas a la calle Cerrito, pegada a las vías, allí entre los Nuss (José fue otro colosal jugador, murió hace algunos años, hoy su hijo Tiago juega en la primera de Argentinos Jrs.) y los Aguirre (entre ellos “El Negro”, por favor, una fenómeno, que sin dudas fue el mejor 3 del Club Cañuelas) se estaba casi completos, más algún Furia o Sánchez. Pero también teníamos sobre Chacabuco y Edison la primera canchita de “los Nuss”, donde además de los Nuss y algún Esquivel estaba “gorrita” Ramírez, un correntino de pura cepa, cancha chiquita y despareja, pero que nos cobijó durante algún tiempo.

Sobre Braille, estaba la cancha de “los Boile”, en la que con todos los hermanos y algunos más armábamos unos terribles partidazos: Luis, que ya partió, el Lucho, el Chelo, El Casca y a veces estaba Picante también, pero ya era jugador casi profesional, (era el 10 de Cañuelas en la “D”) a los que se sumaba algún Aguirre, el Chinato, el Ángel, Walter; más los Arriola, El Tano, que también se fue temprano de la vida, y el Negro. A veces llegaban los Cappellari, Darío, Adrián o Walter.

Para allá atrás, hacia lo Penna, estaba la cancha de “Veliz”, campito que custodiaba don Aparicio, en Maipú y 20 de Junio pero más para atrás a unas cuadras estaba la cancha de “los Veliz”, en Juncal y Braille, y era un reducto cuasi familiar, ya que entre los hermanos y los primos y cuñados ya estaban completos. Cerquita, en Newbery y Juncal estaba “la quinta de García”, Don Coco, y ese era el lugar donde solíamos juntarnos los sábados con nuestros amigos, pidiendo permiso, era con césped cortadido, casi un sueño para nosotros, habitantes de potreros desparejos.

En Primero de Mayo y Maipú, estuvo durante algún tiempo la cancha de “los Medina”, Jorge, Tito, Miguel y Pancho, donde se acercaban todos los del barrio a jugar cotejos inolvidables pero ahí nomás enfrente, un día “don Ríos”, compró la quinta con cancha incluida y con gran gesto permitió que todos podamos ir a jugar, así que durante mucho tiempo nos dimos cita ahí, con los Sendic, los Reinoso, los Cingolo, Pitorro, Carlitos Peralta, más tantos otros que olvido.

Si cruzábamos las vías, pegadita, estaba la canchita de “las Costas”, donde eran los clásicos con nosotros, vía de por medio, con Bernardo Aguilar, “Chiquín” Crespo, el “Globo” Sánchez y demás atorrantes del lugar, tan atorrantes como nosotros. Más para el centro estaba la legendaria cancha “el San José”, Alem y Juárez, donde se llegaban a juntar hasta 4 equipos, partidos a morir, pierna fuerte y mucho corazón: Los Müller, Luis y Raúl, Los Etchart, el Mono y el Pitín, el Tara, los Delgado, más lo que llegábamos de todos lados, a veces jugaban por una damajuana, que ahí mismo se descorchaba, en el boliche el “Chaja”.

Sigo con las canchas de “la Usina”, donde hoy se erigen las celdas del Molino Cañuelas, la cancha “el Hornero”, Vicente Casares y Salta; la de “los Sánchez”, en el corazón del Barrio La Unión, Kennedy y Catamarca, se jugaban tremendos campeonatos relámpagos en ese reducto. A una cuadra, tiempo después se armó la otra cancha del barrio, Kennedy y Del Carril, y hace muchos años, frente a la casa del “Kelo” Romero, Monseñor Shell y Córdoba, estaba la famosa cancha de “Kelo”, gran recuerdo para alguien que fomentaba el fútbol en los jóvenes.

Sobre Juárez y entre Florida y Mozotegui estaba la cancha “del Vasco”, “La Ika”, en San Martín y Azcuénaga, hoy el “Vea”; “la del Tanque”, Mozotegui y Mitre, donde se erige la Estrada nueva; la cancha de “De Vigo”, otro potrero histórico que aún permanece en el recuerdo de muchos, Larrea y Belgrano; “la “Pantera”, en donde hoy están las canchas del Sarmiento, Basavilbaso y Paso.

Pasando la ruta 205, nos topábamos con otra cancha histórica, legendaria, “de Villa Enriqueta”, la misma a la que creyeron matar plantándole un impresionante poste de cemento de alta tensión y que pasó a ser un jugador más en cada partido. Allí, llegaban los de este lado de la ruta y algunos del Barrio Libertad, donde concurrían el “Chino” Aristegui, Jorge “El Pocho” Meji y una gran barra de amigos, que se fueron renovando a través de los años. De ellos es la foto que refleja el espíritu que esta nota intenta rescatar del olvido. Parados: Carlos Quintela; José Alves; “Quico” Díaz; José “Pocho” Meji; Echecopar; «Momo» Rapetti; Agachados: Miguel Nitti; “Bebe” Conde; “Piraña” Buzurro.

Pido perdón por las canchas que no nombro y por los nombres que olvido, pero todos forman parte de este relato.