Una empresaria con pasión en los huesos.

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Calavera no chilla, pero sí evoluciona.

Por: Camila Corrales (Cañuelasya-Periódico)

Romanela Giannitti, a la cabeza de la empresa de sub-productos ganaderos GRABYA S.R.L, lleva en su sangre tradición y un ferviente deseo de evolucionar en el rubro a través del amor que siente por el negocio familiar.

Romanela Giannitti, la Tana para amigos, es una ingeniera química con raíces italianas. Es encargada de calidad de la empresa cañuelense de tradición familiar GRABYA S.R.L, fabricadora de grasas comestibles y materias primas como harina de carne y hueso, y representante de la Cámara de Productos Ganaderos de Argentina. Ocurrente e innovadora, Giannitti posee un ingenio que se hace ver cuando, por ejemplo, asegura: “Me parieron encima de una pila de huesos”. Su casa, ubicada en el mismo lote que su fábrica (que demanda su constante atención), siempre ha sido un refugio para su familia y amigos.

“Como empresaria estoy cumpliendo con algo a lo que me comprometí, que también tiene que ver el valor de mi palabra, aun cuando me genere ir a perdida”, ratificó Giannitti. La Tana, entre mates, manifestó que el país tiene “mucho para ofrecer” en la cuestión de materias primas, y opinó: “Producimos productos de altísima calidad y muy demandados por el mundo, entonces, que nosotros mismos no seamos el límite”. Por eso, pensar en superar obstáculos, es una idea que lleva en la sangre desde que su abuelo llegó al país.

¿Te considerás parte de una tradición familiar?

Llevo conmigo tres generaciones en mi genética, soy la tercera que conduce la fábrica, y mi idea es transmitirle a mi hijo mayor lo que es la industria de nuestro país. Y si hoy voy a sacar una foto, por ahí al lado de la planta de tratamiento veo a mi papá plantando un montón de árboles frutales y un parque precioso; también veo parte de mi abuelo, veo mis orígenes. Uno no tiene que olvidarse nunca de donde viene. Nunca. A mí me duele escuchar que los chicos se quieran ir a otros países porque no ven una proyección a futuro o que no quieran estudiar carreras que tengan que ver con la cuestión industrial.

Cuando te enfocaste en este rubro, ¿fue por seguir esa tradición o fue más bien un deseo propio?

Hay una conjunción de dos cosas. En realidad, soy la primera de tres generaciones que tiene un estudio universitario; incluso, un estudio secundario. Mi abuelo, inmigrante italiano, vino de un pueblo de 200 habitantes con la inmigración posguerra. Llega acá y empieza a trabajar en la Firestone, y se viene a Cañuelas cuando era un pueblo pueblo. De hecho, empieza como ciruja y ve que había gente que juntaba huesos y los entregaba a fabricas como hoy es la mía. Deciden poner un galpón, y en lugar de entregar el sebo y los huesos empiezan a transformarlos para darle un poco más de valor agregado, y se incorporaron mi papá y mi tío. Obviamente, no había espacio para el estudio, porque tenías que trabajar; terminabas la escuela primaria y punto. Empecé a ver que eso se transmitía, el amor por lo que estaban haciendo, pero muy pocos- te diría ninguno, tenía acceso a esta educación. Para mí no era una opción “quiero estudiar” o “no quiero estudiar”. Las opciones eran La Plata o Buenos Aires. Si lo vemos en términos de evolución, ¡qué bueno que yo haya podido tener acceso a eso!

 

¿Por qué elegiste química industrial?

Yo buscaba libros para saber de qué se trataba este rubro y no había. Lo más wow que podía llegar a encontrar estaba en alemán. Me pasaba horas en la calle Sánchez de Bustamante en Capital, donde está la Biblioteca del Químico buscando bibliografía en relación a productos ganaderos. Hoy, soy fuente de consulta de muchos porque no la encontré (risas).

Como mujer, ¿encontraste alguna dificultad por tu género?

No, todo lo contrario. Vengo de una familia de italianos, ¿y cuál es el prejuicio que existe? Que son machistas, digámoslo en voz alta. Soy la hija mayor, y nunca tuve ninguna dificultad; vengo de una familia de italianos grandes feministas. Somos como un matriarcado. Mi bisabuela lo tiene a mi abuelo en un pueblo de 200 habitantes en 1920, el marido le dijo “teneme el saco que ahora vuelvo”, se fue a la mierda y la dejó sola con un bebito recién nacido. La sociedad te culpaba si te abandonaba tu marido, porque la culpa, ¿de quién era? De la mujer. Mi bisabuela lavaba ropa para el médico del lugar y con eso mi abuelo pudo aprender a leer y escribir, y aprendió dos oficios: peluquería y zapatería. Ella les dio fuerza a sus alas, crio sola a su hijo para que él se viniera con su familia a Argentina. Cuando mi abuelo se instala acá con su familia, varios años después manda a buscar a su madre. La fuerza de esa mujer para mí era indescriptible, la terminás llevando en la genética. Para mí fue un referente fuertísimo. Mamá Rella nació en 1900, y falleció a los 95 años. Yo escuché hablar en primera persona de una mujer con los ovarios como esta mesa.

Una mesa bastante grande, me permito decir.

Resistió dos guerras mundiales y aun así crio a su hijo sola. Hasta último momento trabajó a la par de su hijo y, de hecho, muere antes mi abuelo que mi bisabuela. Yo estoy criada por feministas; entonces es una familia tana atípica. No me considero una feminista, si una ardua luchadora por el tema de la igualdad. Cuando tengo que pelear, peleo de igual a igual, y no me escudo detrás de mí género. Cuando se hizo el congreso por primera vez hace 15 años, por decisión unánime en un rubro conformado por todos hombres me eligieron a mí, como Romanela, para representarlos internacionalmente. Cuando toca la hora de discutir un tema, soy uno más. Yo puedo ir con la pollera corta, con el escote, y no existe ese prejuicio, y sí existe en otros países.

¿Sufriste ese prejuicio alguna vez?

No me voy a olvidar nunca del presidente de una organización mundial de este rubro de México. Argentina era por primera vez anfitrión del Congreso de Grasas, Proteínas y Sebos, y me habían elegido para exponer cualquier tema que eligiera. Estábamos por sentarnos en la mesa principal donde estaban los distintos conferencistas, y me mira y me dice: “¿vos qué sos?” Le digo que soy la representante de la cámara. “Ah, -me dice-, ¿sos abogada o te contrataron para que pudieras dar el tema?”. Le digo que yo tengo una fábrica. Y entonces me dice, “pero sos mujer”. ¿Y?